Apoyo

"Iba caminando, un día muy colgado y de repente me comí un arrebato."

No sé porque, pero ese tema vino a mi cabeza.
Dos minutos de caos, calor y bajar al subte.
Salí, entré, bajé y lo abordé.
Si, ya, a las seis y monedas de la tarde el subte está completito, completito. Podrán imaginarse como se pone luego de dos cortes de servicio.
El calor, mi saco, el bolso, el encierro. Todo insoportable.
Ella, con gesto incómodo, se mueve para aquí y para allá.
- Mfff Puff Nnnch. - Refunfuña caprichosamente -
(Podés dejar de moverte, nena. ¿No ves que no hay espacio ni para un pelo más?)
- Ufff Nchhh
(Qué la parió esta pendeja. Qué inquietita estás nenita)
- Uh che nnchh. - Se queja por lo bajo -
- Disculpá. ¿Querés darte vuelta? ¿Ponerte en mi lugar? (Con la cómoda postura contra la pared y la puerta y tu pelo dándome calor. ¿Dónde te pensás que estás? ¿En una publicidad de Shampoo? Mí dios. ¡Larva!)
- ¿Qué? - Con desorbitada expresión -
- Digo, si querés ponerte en mi lugar. (Me estás pisoteando y aplastando las galletitas dentro del bolso. ¿Y vos que mirás barbudo? Corré ya ese pelumbre de mi vista)
- Ay, si. Bueno, ya me bajo.
(Te equivocás nena, acá me bajo yo)

Y así salí del vagón. La pendeja se dió cuenta que su molestia entre mi cuerpo y su culo era mi bolso. No atinó a pedir disculpas, ni a un: "Sorry, me confundí".
Experiencias de subte, donde una pendeja te pisa y un barbudo te transpira. De yapa no se si no me manosearon al bajar. Ah, y ni pude despedirme de mi viejo, que estaba a medio metro. Con la ñata contra el vidrio.