El recorte de un hombro apenas se ve en la noche, una mano se acerca e intenta recorrerlo.
Luego se esconde.
La respiración disipa las dudas, aún vive.
- Me estabas mirando
- ¿Eh, que decís?
- No te pregunté pelotudo, dije que me estabas mirando.
- Bueno, calmate.
- Me estabas mirando.
Ella se recuesta. Desconfía pero se duerme.
Él piensa el modo, debe ser preciso.
Esconde el arma debajo de la almohada y dispara.
Ella, ensangrentada, grita.
Llora.
Está muerto.