
Y vaya si sucede.
Ahora, a lo lejos, veo ese horizonte, esas nubes. Siento ese frío, esa falta de oxígeno, ese placer de pensar que he llegado a la cima.
Al cerrar los ojos, encerrado en este reducto, percibo la libertad, el aire me roza el pelo y el zumbido penetra mis oídos. No es sal lo que huelo. Es humedad, es viento, hiervas muertas, cenizas.
Apenas perceptibles las gotas me rozan las mejillas. Levanto la mirada y allí mismo, en el espejo veo mi nueva marca. Sonrio. Detrás mío el volcán sigue activo.
Salgo del baño y me siento a tipear esto. ¿Qué hago acá? ¿Porqué no me voy?
