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sábado, febrero 24, 2007

Desde afuera

Claro, es fácil quedarse del otro lado.
Si, si, seguro.
Es cómodo, sobre todo si hace 40 grados a la sombra y es de noche.
Garrón.
De pronto llego.
Hola. ¿Qué tal? ¿Cómo va? ¿Todo bien?
Si, si, seguro.
Pizza, birra, pucho.
¿Las llaves? ¿Qué llaves?
Dale, vos tenés llaves.
Que no las tengo yo, te digo.
Que si las tenes vos, me decís.
Garrón.
¡Stop!
¿Estás drogado?
No.
¿Las llaves?
Garrón, jarrón, morrón, porrón, ¡Qué boludón!
Sábado. No. Viernes por la noche, no tan tarde ni temprano.
A medias.
¿Las llaves?
Que las tiene el de la pizza y su cadete homosexual. Que las tenes vos. (No, yo no las tengo) Que las tengo yo. (No, vos no las tenés)
Garrón.
Quedarse afuera es como no quedarse adentro pero peor.
Quedarse adentro es como quedarse afuera pero más cómico.
Que ya abrí mil puertas así, pero la mía justo no.
Obvio. Somos obvios.
¿Y ahora?
Esperar, morfar, tomar, fumar, desesperar. No, eso último, nunca.
Sudar, si, a pleno.

Hace menos de dos horas que pasé y nos quedamos encerrados afuera. Vaya ironía.
Hace menos de una hora que estamos dentro, gracias a tu oficio de ladrón de ciudad.
En el pueblo eso no pasa.
¿Nos vamos al pueblo?
Si, si, seguro.

viernes, febrero 16, 2007

Que País, gordi.

De pronto me despierto.
¿Qué hago durmiendo de nuevo en el sillón? ¿Para qué he dado vuelta toda mi casa?
Veo sobre la mesa, mi gato, mi gata y cenizas que duermen en una taza.
De pronto flash, la chica del bikini azul.
Ahi nomás, abro un ojo. Son las ocho, mierda, qué enojo.
Nunca pensé que, en estos tiempos de sequía, me haría fanático del hinojo y la sangría.
Salgo de casa, llueve, pero no me importa porque tengo chocotorta.
Pasa un bondi, me salpica y le devuelvo una sonrisa.
Se ve, que el día de los enamorados todavía vive en mí.
Oh, soy muy feliz. Sí que lo soy.
Me subo a un taxi, maldigo de ante mano los seis pesos fundamentales que me voy a gastar.
Pero me la juego, soy más valiente que chatrán.
Y acá comienza el monólogo de todo taxista.
¿Cuándo conocieron algun tachero tímido o, simplemente, mudo?
Yo, nunca.
Me hago diminuto, como un pituto, como mi compañero de colegio, un tal no se cuanto Caputo.
Ese si que era corto como camisa de verano.
Salgo del auto como un alarido, aturdido, perdido, sin sentido.
Allí la boca del subte, hambrienta y sudorosa, a la espera de mi cuerpo.
Ya en el vagón; dos sujetos, de clase no se cuánto ni se cómo, invadieron mi lectura con inquietudes fundamentales.
Sujeto re bien A -Este subte de mierda, es el peor transporte argentino.
Sujeto re bien B - Si, esto así no va más. Lo peor es la gente.
(Que sabrán de gente estos dos pelotudos y porqué no me dejan leer en paz. No me rocen babosas)
Sujeto re bien A - Si, la gente viste. Porqué acá lo que hace falta es que suban el boleto.
Sujeto re bien B - Y pero se pierde mucho...
Sujeto re bien A - No se pierde, amigo. Acá hay que poner el viaje a dos mangos.
(Pesos idiota, pesos. No me molestes)
Sujeto re bien A - Dos mangos y se termina todo. Viajan la mitad de negros y se gana lo mismo. ¿Entendés?
Sujeto re bien B - Sí
(No entendió una mierda este pelotudo)
Sujeto re bien A - Además. Yo tengo un amigo que labura 8 horas y gana una luca y pico. Se quejan después. Ni estudió. ¿Qué más quiere?
Sujeto re bien B - No, claro.
(Se le desconectó un cable a este)
Sujeto re bien A - Además te digo. Yo madrugo, me baño, me afeito. ¿Para qué? Para venir acá y que me chiven, me rocen, me ensucien.
(Ah no, gordi. Me voy de la city. Que hago yo, un gentelman, acá, rodeado de mugre. De gente con sudor y roces. Chau, me voy a la chacra de barro artificial a cuidar a mis cerditos clonados)