jueves, enero 04, 2007

Martes 26 de Diciembre de 2006 - Parte II

...
Pero la fortuna tiene precio.
Yo sabía cual era el costo y estaba seguro de saldarlo.

21:30 hs.
En la noche, en medio de una estación abandonada y un comedor con luz, pero cerrado.
Ví el resplandor de una televisión encendida.
Mientras Los Simpson entretenían a su juvenil público, yo golpeaba el vidrio.
Un chico, de unos 14 años y pelo enrulado, con algo de asombro y un poco más de temor, me comunicó que estaban fuera de atención. Me indicó donde podía conseguir agua fresca.
Tras ir por ella, escuché otro ruido de motor y puertas cerrarse.
Eran los dueños del comedor.
Con gran asombro y alarma me pidieron que me retirara.

No los culpo, adentro estaban sus hijos y yo no tenía el mejor de mis aspectos.
Por suerte, a pesar de mi cansancio, pude dialogar con él.
Al explicarle de donde venía, se solidarizó conmigo y me brindo comida.
Dejando bien en claro, que no podía pasar la noche allí.

8 km. me separaban de la estación donde ya llevo una hora.
Fue una prueba de fuego.
Caminé contra mano todos los metros que me separaban, con mi linterna a dínamo de vendedor de tren.

Son increíbles los sonidos de la noche, los peligros ocultos.
Ciegos mis ojos, ciega mi conciencia.

Pensé en nachi, no una sino mil veces.
Tentado de llamarla estuve, tras la cuota de valor que su voz me otorgaría para impulsar mi cuerpo.
Pero caminé, cegado por la convicción que me hizo dar cada paso.
Aún quedan muchos.
La prueba ya pasó.
Si buscaba algo en este viaje, ya lo encontré.
Yo sólo, como nunca me había pensado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué gracioso todo!
¿No?
Desde lo más profundo llega, siempre, la respuesta que nos obstinamos en buscar por cualquier lado.
¡Qué gracioso!
Cordialmente,
Yo.

Juan Manuel Bruñol Silvani dijo...

Y no hace falta irse.
Bueno, en mí caso sí.