Caminando por la cornisa,
se acercándose el niño a su muerte.
Cayendo por el abismo,
se transforma en una herida viviente.
En el fondo del acantilado
se esparce una alfombra de espinas.
Esta acaba con las vidas
de los seres que nunca podrán ser amados.
Por las noches,
mientras duermen las malvadas asesinas,
se escucha la voz de un niño
que pide por su vida.
Pide con espanto
que alguien sane su herida.
Aunque ya nadie escuche su llanto,
pues se ha convertido en espina.
(Jueves 19 de Junio de 1997 - 17 años - Recreo en el Colegio - Nacimiento del niñoespina)
jueves, diciembre 29, 2005
miércoles, diciembre 28, 2005
Venga, que quiero hablarle
Comúnmente me siento frente a mi monitor LG de 17'', trato de abrir los ojos, me pongo los lentes y me tomo un café. Rutinario, cierto.
Bajo mails, algunos personales, otros, laborales.
De pronto flash, me llama la morsa.
Tenemos que hablar = Te voy a decir algunas cosas para tantearte.
Hay quejas sobre tu trabajo = El ñoqui que tenemos allá, de algo tiene que vivir.
Hace mucho que te veo desmotivado = Hoy no te afeitaste, alguna excusa tenías que darme.
Tus problemas familiares se mezclan con tus compromisos = En realidad no sé que te pasa, pero seguro es un problema.
¿Estás esperando que te despida? = No seas tontito, laburá, esto es la cárcel y yo no largo ni un mango.
Me duele que dispongas de la tecnología laboral para asuntos personales = ¿Mail?¿Así se dice?
Se que vos tenés un gran potencial y que podés dar más = Laburá negro y ni sueñes con un aumento
Me gusta que intercambiemos opiniones = En realidad no me importa que pensás, pero tengo mi puesto y de vez en cuando debo ponerme la gorra.
Acá no se discrimina a nadie, tratamos a todos por igual = A todos los negros como negros.
Ahora tengo que darte una tarea importantísima = Comprame miel.
Mis pestañas se pegotearon, algún sueño de mediodía seguramente. Alucinaciones de rutina o... no, no creo que esto haya existido realmente.
Pero estoy incomunicado... y ahora extraño los llamados del enano, que histérico soy errante, cuanta razón tiene usted.
Bajo mails, algunos personales, otros, laborales.
De pronto flash, me llama la morsa.
Tenemos que hablar = Te voy a decir algunas cosas para tantearte.
Hay quejas sobre tu trabajo = El ñoqui que tenemos allá, de algo tiene que vivir.
Hace mucho que te veo desmotivado = Hoy no te afeitaste, alguna excusa tenías que darme.
Tus problemas familiares se mezclan con tus compromisos = En realidad no sé que te pasa, pero seguro es un problema.
¿Estás esperando que te despida? = No seas tontito, laburá, esto es la cárcel y yo no largo ni un mango.
Me duele que dispongas de la tecnología laboral para asuntos personales = ¿Mail?¿Así se dice?
Se que vos tenés un gran potencial y que podés dar más = Laburá negro y ni sueñes con un aumento
Me gusta que intercambiemos opiniones = En realidad no me importa que pensás, pero tengo mi puesto y de vez en cuando debo ponerme la gorra.
Acá no se discrimina a nadie, tratamos a todos por igual = A todos los negros como negros.
Ahora tengo que darte una tarea importantísima = Comprame miel.
Mis pestañas se pegotearon, algún sueño de mediodía seguramente. Alucinaciones de rutina o... no, no creo que esto haya existido realmente.
Pero estoy incomunicado... y ahora extraño los llamados del enano, que histérico soy errante, cuanta razón tiene usted.
lunes, diciembre 26, 2005
crónica navideña
Odio las fiestas.
Siempre las he odiado. Bueno, realmente, no se desde cuando las detesto.
Siento que uno se ve para forzar una sonrisa con los dientes manchados de vitel tone (intuyo que no se escribe asi)
Si tuviera que elegir, la pasaria sólo. Con Neo y Kali en casa. Observando cuanto dinero vuela por los aires en forma de estrellitas.
No creo en la Navidad, porque es una excusa. Un motivo para juntarse una vez al año para reír y hacer balances, comer arrollado y brindar con sidra...
...yo estaba en el balcón de la casa de maryshane, junto a ella estaba ambrossio, y de pronto vimos lo imposible. Papá Noel colgaba de un departamento vecino y se introducía al living a los gritos con una bolsa repleta de regalos. La casa, o al menos gran parte de ella, estallaba en alegría y en gritos eufóricos de niños.
Entonces comprendí que el problema no está en la Navidad, ni en Noel, tampoco en los fuegos artificiales y menos en la Sidra. El problema está en nosotros.
La inconstancia y la amargura que nos lleva a reirnos y festejar unidos una vez por año y hasta la próxima. Lo que me molesta no está en la risa, sino en la excusa.
Siempre las he odiado. Bueno, realmente, no se desde cuando las detesto.
Siento que uno se ve para forzar una sonrisa con los dientes manchados de vitel tone (intuyo que no se escribe asi)
Si tuviera que elegir, la pasaria sólo. Con Neo y Kali en casa. Observando cuanto dinero vuela por los aires en forma de estrellitas.
No creo en la Navidad, porque es una excusa. Un motivo para juntarse una vez al año para reír y hacer balances, comer arrollado y brindar con sidra...
...yo estaba en el balcón de la casa de maryshane, junto a ella estaba ambrossio, y de pronto vimos lo imposible. Papá Noel colgaba de un departamento vecino y se introducía al living a los gritos con una bolsa repleta de regalos. La casa, o al menos gran parte de ella, estallaba en alegría y en gritos eufóricos de niños.
Entonces comprendí que el problema no está en la Navidad, ni en Noel, tampoco en los fuegos artificiales y menos en la Sidra. El problema está en nosotros.
La inconstancia y la amargura que nos lleva a reirnos y festejar unidos una vez por año y hasta la próxima. Lo que me molesta no está en la risa, sino en la excusa.
jueves, diciembre 22, 2005
Un día más
Abro los ojos.
No veo luz, pero ya sé que es un nuevo día.
El ruido del motor del 114 en la esquina de casa, la gente que pasa gritando a las 8 am por la ventana de mi cuarto y Neo y Kali que quieren comer. La señal del llamado del hambre es clara. Neo me muerde el pelo y Kali maulla lengueteandome la cara.
Me levanto, tambaleo y llego al baño en doce pasos, mas o menos.
Me enfrento al espejo lo mejor que puedo y me limpio los dientes. Siempre me pregunto, como puede ser necesario que repita esta rutina 3 a.m., 8 a.m., 13 p.m. y 17 p.m. ¿Esto me hace Metrosexual?
Sigo mi recorrido a la ducha, mas para despabilarme que para otra cosa, mientras los niños juegan con el agua en la otra punta de la bañadera.
Me visto como rayo, con el traje de chico bien y las camisas acordeón. Alimento a mis felinos compañeros, leo el diario, tomo un horrendo cafe medio frío y con mi bolsito me voy de la casa.
Tengo la obsesión de cerrar la puerta y golpearla para ver si se abre, manías de paranoico.
Camino tres cuadras hasta la estación Pueyrredón. El mismo boletero, la misma gente, las mismas caras, el mismo guarda, el mismo lugar en el tren. No puedo ser tan sincrónico.
Todos los días son como un maldito deja vu.
Al llegar a retiro, el mismo señor de todos los lunes a viernes me toma el boleto y yo miro hacia arriba para comprobar que el globo rojo con forma de corazón y gas en su interior siga allí arriba, controlando todo, espiándome.
Veo la hora en la torre de los ingleses, o en nuestra torre con estilo inglés. Redoblo el paso y en contrapicada de 200 mts.
Pero las agujas se me van, no puedo evitarlo.
Mi realidad me golpea cuando entro al laburo, ahi comprendo que todo los días los estoy soñando, igualitos unos a otros.
Tengo que ser más creativo.
Soñar otra gente, otro escritorio. Soñarme a mi mismo y dejar de mirar el espejo, sino voy a perder el tren y todavía no les dí de comer a los gatos.
No veo luz, pero ya sé que es un nuevo día.
El ruido del motor del 114 en la esquina de casa, la gente que pasa gritando a las 8 am por la ventana de mi cuarto y Neo y Kali que quieren comer. La señal del llamado del hambre es clara. Neo me muerde el pelo y Kali maulla lengueteandome la cara.
Me levanto, tambaleo y llego al baño en doce pasos, mas o menos.
Me enfrento al espejo lo mejor que puedo y me limpio los dientes. Siempre me pregunto, como puede ser necesario que repita esta rutina 3 a.m., 8 a.m., 13 p.m. y 17 p.m. ¿Esto me hace Metrosexual?
Sigo mi recorrido a la ducha, mas para despabilarme que para otra cosa, mientras los niños juegan con el agua en la otra punta de la bañadera.
Me visto como rayo, con el traje de chico bien y las camisas acordeón. Alimento a mis felinos compañeros, leo el diario, tomo un horrendo cafe medio frío y con mi bolsito me voy de la casa.
Tengo la obsesión de cerrar la puerta y golpearla para ver si se abre, manías de paranoico.
Camino tres cuadras hasta la estación Pueyrredón. El mismo boletero, la misma gente, las mismas caras, el mismo guarda, el mismo lugar en el tren. No puedo ser tan sincrónico.
Todos los días son como un maldito deja vu.
Al llegar a retiro, el mismo señor de todos los lunes a viernes me toma el boleto y yo miro hacia arriba para comprobar que el globo rojo con forma de corazón y gas en su interior siga allí arriba, controlando todo, espiándome.
Veo la hora en la torre de los ingleses, o en nuestra torre con estilo inglés. Redoblo el paso y en contrapicada de 200 mts.
Pero las agujas se me van, no puedo evitarlo.
Mi realidad me golpea cuando entro al laburo, ahi comprendo que todo los días los estoy soñando, igualitos unos a otros.
Tengo que ser más creativo.
Soñar otra gente, otro escritorio. Soñarme a mi mismo y dejar de mirar el espejo, sino voy a perder el tren y todavía no les dí de comer a los gatos.
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