miércoles, septiembre 27, 2006

viernes, septiembre 22, 2006

Herencia Evasiva

-Ves má, por acá me persiguen los esqueletos.
-Pero (...) ¿Los ves o los imaginás?
-No. Los imagino má, juego con ellos.
-Ah, si los imaginás entonces está bien.
(...)

-¡Ay! Mirá que lindos , son gatos.
-Sí, son gatos má.
-¡Uy! ¡Qué olor a gato tienen!
-Sí, son gatos má.

(Madre e hijo de la mano)

domingo, septiembre 10, 2006

30.07.06

Los días no son todos iguales. No hay que ser tan drástico tampoco. Aunque no haya humor.
Y yo no estoy siempre cerca del peligro, él me anda merodeando.
La pregunta es: ¿Me lo busco?
La respuesta es: ¿Cómo podría?
Vamos a convenir algo: Nunca me pasó algo grave.
Bueno, hace un año puede ser.
Pero la muerte de un tipo o tipa querida no me pasa a mí.
Alguna vez voy a tener que aprenderlo, porque cada vez quiero a más personas y menos gente.

-Gordo, anotálo como la fecha en que volviste a nacer.

Podría rememorar todo lo que ese día hice, con el único fin de entender las asociaciones que me condujeron más allá de las 23hs, del jueves 29.07.06, a Griveo y Artigas.
También podría pensar que hubiera ocurrido si Kali no hubiera entrado a casa y yo siguiera en Olaguer y Feliú.
Sería hilar finito.
¿Cuándo no me he dormido en un colectivo?
He llegado a pasarme varios km de casa.
Claro, esta vez no.
Dos cuadras antes, nunca sé bien si Zamudio o Caracas, me levanto del asiento. En mi cabeza hay una Bomba de tiempo nena y nadie sabe como detenerla. Con suficiente volumen para enmudecer el timbre, que a veces es luz roja.
¿No es loco? Es como prender la luz y que suene una chicharra. Quizás para ciegos.
Al bajar, los brillos del semáforo me llamaron la atención. Dudé, los bondis son siempre así. sobre todo en una esquina dónde no hay ni policias ni tránsito. Además un auto azul esperaba del lado izquierdo, como detrás de un paredón, invisible, al acecho.
Crucé en dirección López, e instantáneamente repetí la acción en dirección Nazca (porque no sé si la otra es Bolivia).

Tierra, trágame tierra. Trágame tierra. Trágame tierra. ¡Trágame tierra! ¡Trágame tierra!

Cómo una premonición.
En un sólo instante: Miré el muñequito blanco. El paso estaba abierto. El tránsito a mis espaldas se había activado. Yo estaba bien, pero confiado atravesé la calle. Con el marco mudo y la cabeza poblada de sonidos.
Pisé la vereda y, al lado de la peluquería, giré sobre mi mismo. 180° en diagonal hacia la parada.
No tuve registro sonoro. Sólo ocular.
Inexplicablemente se estrellaron ante mí. A centímetros.
No recuerdo, en el momento, el color de los vehículos.
Si de sus tripulantes.
Barba y campera azul.
Señor mayor con anteojos cuadrados y con señora de acompañante.
Pasaron, evadiendo mi metro ochenta y cinco.
Un grado menos en mi giro, un paso más, un segundo.
Todo hubiera cambiado.
Después la histeria, dónde se lo conté a todo el mundo.
Después la certeza, me voy a morir masticándo una nuez o *inflando una piñata.

*Siempre pensé que pasaría, si inflando una piñata llena de juguetitos pequeños, uno se quedara a mitad de pulmón y se soltara el aire arrojando así todos los juguetes a nuestra garganta. ¿Nos afixiaríamos?

miércoles, septiembre 06, 2006

Una ausencia

Hay modos de irse.
También hay despedidas.
¿Son siempre amargas?
No lo sé.
Aún no me ha pasado.
De todos modos, el agujero negro queda.
Incrementando su tamaño.
Hasta siempre.